Neus Sabaté (Tarragona, 46 años) comenzó a estudiar Física por el hambre de conocimiento, y pronto pasó a dedicarse a las ciencias aplicadas. “Yo empecé preguntándome mucho por el porqué y he acabado dedicándome al cómo”, explica la profesora del Instituto de Microelectrónica de Barcelona. Su gran logro ha sido el desarrollo de baterías de papel biodegradables para dispositivos de un solo uso, las cuales se activan al entrar en contacto con el líquido que se quiere analizar, como, por ejemplo, la saliva. Además de ser investigadora, se decidió a pasar al mundo emprendedor y en 2015 fundó Fuelium, donde se pueden adquirir estas baterías. A pesar de ello, Sabaté se considera primero científica y luego empresaria. Ha recibido numerosos premios y ayudas, como el Consolidator Grants del Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés). Uno de los galardones que le ha sido otorgado es el Premio Física, Tecnología e Innovación, en la edición de 2020, y que le fue entregado en diciembre de la mano de sus organizadores: la Real Sociedad Española de Física y la Fundación BBVA. El jurado destaca, además de su carrera, la creatividad en el campo de las baterías biodegradables.
Sabaté, junto con Juan Pablo Esquivel, ha pasado años investigando pilas y fuentes de energía hasta que decidieron centrarse en los dispositivos portátiles. En ese momento, la investigadora se hizo un test de embarazo digital y se dio cuenta de que llevaba una pila de botón. Fue entonces cuando los científicos debatieron sobre el sentido de utilizar esta pila de botón para un dispositivo de un solo uso y se cercioraron de que apenas se gastaba una mínima parte de la energía que contenía. Por tanto, plantearon emplear la orina u otro fluido biológico para generar energía para hacer análisis. De esta manera, podían “dejar el silicio, el vidrio y los sustratos con los que estamos trabajando para hacerlo en papel”. “Tiene todo el sentido que la misma fuente de energía esté integrada en el papel”, puntualiza. La cuestión fundamental es que, según detalla la científica, la electrónica que se desarrolla normalmente se adapta a estas fuentes de energía y en este caso sería al revés: la batería es la que se adapta y hace a medida para la aplicación que va a alimentar.
“Con estas baterías lo que hacemos es deconstruir. Como teníamos conocimiento de las reacciones químicas disponibles, buscamos cuáles eran más benignas y hemos integrado unos electrodos de reacciones muy benignas en un formato papel. De manera que el fluido que pasa por el papel hace de electrolito. Para que una batería tenga electrolito simplemente tiene que tener un líquido que tenga sales, que sea conductor; los fluidos biológicos son perfectos porque son salados”, detalla. Las principales aplicaciones pertenecen al ámbito del diagnóstico, como test de embarazo, de drogas o de enfermedades infecciosas. Posteriormente, han planteado la posibilidad de emplear su tecnología para test moleculares, algo que se ha puesto muy de manifiesto con el coronavirus. Actualmente, la investigadora explica que el tema diagnóstico exige mucha regulación y por eso el primer mercado en el que ya están vendiendo sus baterías es en el cosmético. No obstante, espera llegar al de diagnóstico en pocos años.
Antes de la llegada de la pandemia, la investigadora ya mantenía conversaciones con la Fundación de Bill y Melinda Gates para aplicar estas baterías en el tercer mundo, especialmente para enfermedades infecciosas, porque es donde “realmente tienen un impacto social más grande”. Pero esto no significa que no puedan ser muy beneficiosas en Occidente: “Aquí también tenemos un problema con los dispositivos electrónicos, va a ser la siguiente ola de basura. Todo el mundo tiene en mente los plásticos, pero la siguiente es qué hacemos con el hecho de renovar nuestros dispositivos electrónicos tan a menudo o que se permitan hacer dispositivos de un solo uso que lleven tantísima electrónica en baterías”, esclarece.
Otras aplicaciones
Además del desarrollo y uso de las baterías biodegradables de un solo uso, la investigadora, junto con su equipo ha conseguido que una modificación de estas baterías se convierta en un sensor de conductividad para el sudor. Esto es un producto per se, con el que va a plantear una nueva empresa. Las aplicaciones para estos parches son la detección de fibrosis quística en bebés y la deshidratación en corredores. Estos parches ya han sido probados en el hospital pediátrico más grande de Barcelona con unos resultados que califica como “muy muy buenos”.
“Me parece urgente que la clase política vea que se puede generar industria a través de la investigación y que eso es lo que habría que potenciar en la ciencia aplicada”
En cuanto a los obstáculos que ha superado para llegar a donde está hoy, Sabaté denuncia la dificultad de ser científico en España por “los pocos recursos que hay”. Además, critica que en el sistema “hay ciertos embudos” por los cuales si no pasas se pierde “un montón de talento”. “Me parece urgente que la clase política vea que se puede generar industria a través de la investigación y que eso es lo que habría que potenciar en la ciencia aplicada”, sentencia.
Fuente: El País