Casi 60 000 millones de toneladas. Esa es la cantidad de gases de efecto invernadero, medida en CO2 equivalente, que las actividades humanas emitieron a la atmósfera en 2019. Es un 12% más que 2010 y un 54% más que en 1990, según recoge el informe que acaba de publicar el grupo de trabajo 3 del IPCC, el panel de especialista en cambio climático ligado a la ONU.
Algo más del 70% de estas emisiones tienen que ver con usos energéticos. Utilizamos inmensas cantidades de combustibles fósiles para desplazarnos, producir electricidad y climatizar nuestras viviendas. Todo ello genera una huella de carbono que hace tiempo que es insostenible. Si se quiere evitar los peores efectos del cambio climático, la descarbonización de la producción energética es urgente.
Andrea N. Hahmann, experta en energía eólica e investigadora de la Universidad Técnica de Dinamarca, es una de las autoras principales del capítulo sobre sistemas energéticos del último informe centrado en la mitigación del cambio climático, es decir, las soluciones frente a este enorme desafío. La científica chilena, meteoróloga de formación, mira con optimismo a un futuro más renovable, pero no ignora las tremendas dificultades que hay por delante.
El sector energético es el mayor emisor de gases de efecto invernadero. Si queremos que estas emisiones dejen de aumentar en 2025, la producción de energía debe alejarse drásticamente de los combustibles fósiles. ¿Cómo?
Tenemos muchas alternativas, pero ninguna de ellas es sencilla. El desarrollo de las energías renovables es importante, porque pueden ser implementadas con rapidez. Son una de las vías más eficaces para actuar en el corto plazo. Las nucleares o las hidroeléctricas, en comparación, necesitan mucho más tiempo para implementarse.
Además, los precios de la tecnología eólica y la solar han bajado tanto en los últimos años que económicamente también compensa. Hace diez años, nadie habría podido prever que el coste de las renovables iba a bajar tanto. Creo que es una de las conclusiones más importantes del capítulo de energía y del propio informe. Cosas que hace una década no creíamos posibles ahora lo son.
Además de ventajas como el precio y su rapidez de implementación, las renovables también tienen algunos problemas. Por ejemplo, el de la intermitencia. El informe reconoce que todavía no se está seguro de cómo resolverlo.
No podemos fijarnos solo en el viento o el sol que hace a nivel local. Ahora en Copenhague solo sopla una ligera brisa, pero quizá en Suecia haya vientos fuertes. A menudo nos olvidamos de que tenemos que pensar en una red de producción de energía integrada. En el futuro podremos transportar con facilidad la electricidad de un lugar a otro para minimizar los problemas de intermitencia.
Es verdad que es algo que todavía está sujeto a mucho debate. También tenemos que pensar que esa parte que no logremos cubrir con renovables, que puede ser de un 10 o un 20 %, podremos cubrirla con combustibles sintéticos o vectores energéticos como el hidrógeno. El sobrante de energía renovable cuando haya picos de producción se podría usar para fabricar estos combustibles o bien se almacenaría en baterías.
Hay usos de los combustibles fósiles para los que no tenemos sustitutos. Determinadas industrias, el transporte pesado, la aviación… ¿Cómo los descarbonizamos?
Son más difíciles de descarbonizar, pero no es imposible. Aquí podrán jugar un papel importante estos combustibles sintéticos de los que hablaba. No es posible abandonar los combustibles fósiles de golpe, de un día para otro. Todos los escenarios analizados contemplan que se sigan usando durante cierto tiempo. Pero tenemos que lograr que sea durante el menor tiempo posible.
El mensaje más importante del informe es que hay que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de 2025 si queremos que la temperatura no suba más de 1,5 ºC respecto a niveles preindustriales.
Los combustibles fósiles han permitido mantener un sistema que ha crecido sin parar. ¿Abandonarlos implica cambiar el sistema?
El sistema va a cambiar de muchas formas. Creo que tenemos que centrarnos en los aspectos positivos, como la reducción de la contaminación medioambiental, el fin de la dependencia de los combustibles fósiles, la mejora de la calidad del aire que respiramos… Nuestro mundo está basado en los combustibles fósiles y no podemos ignorar la inercia del sistema político y económico. Las cosas deben cambiar rápido, pero no pueden hacerlo de un día para otro.
Hablando de inercias, el informe también concluye que si no dejamos de invertir en generar energía mediante combustibles fósiles, dificultaremos mucho el cambio a largo plazo.
El estudio del llamado bloqueo de carbono y de las inercias del sistema no es mi especialidad. Pero pensemos en que para construir una planta de energía térmica hay alguien que la paga. Para hacerlo, normalmente es necesario pedir dinero prestado, porque la inversión es elevada. Esto hace que, para poder devolver el préstamo, la planta tenga que ser operativa durante X tiempo. No se puede cerrar de golpe sin consecuencias.
Hay muchos estudios que han señalado que muchas de las infraestructuras de producción eléctrica construidas en los últimos años están todavía sin pagar. Desconectarlas no es tan fácil. Para apagar las que construyamos hoy tardaremos todavía más. La solución al cambio climático debe venir de la mano de la interacción de todos los sistemas, el energético, el político, el financiero…
Dinamarca, donde trabaja hora mismo, ha reducido sus emisiones per capita a un tercio de lo que eran en los 90. ¿Cuál es su receta?
Dinamarca ha apostado mucho por la energía eólica. La primera planta de aerogeneradores marinos del mundo se construyó aquí en 1991. Ahora mismo hay siete de estos parques eólicos operativos en todo momento. Dinamarca apostó por esto, pero también es cierto que tenía la capacidad de hacerlo. La inversión inicial necesaria para construir este tipo de instalaciones ha sido muy alta hasta hace poco. La mayoría de los proyectos necesitaban de apoyo público para prosperar.
Hoy esto ya no es así. Cada vez más instalaciones son rentables por sí mismas, no necesitan subvenciones ni incentivos. Los precios de la tecnología han bajado mucho. Lo más importante ahora, para desarrollar e implementar la intensidad de renovables necesaria, es asegurar que los parques eólicos o las plantas fotovoltaicas no tienen impactos ecológicos o sociales allí donde se instalan. La transición debe ser responsable.
El papel que juega la política es muy importante. Lo fue en Dinamarca, cuando se empezó a desarrollar la industria eólica hace 30 años gracias al apoyo público. Lo ha sido en España, donde la construcción de nueva infraestructura estuvo paralizada durante años por decisiones políticas. Y lo será a la hora de asegurar que el desarrollo de las renovables se hace de forma respetuosa.
Para construir y mantener las tecnologías que permiten aprovechar las energías renovables hace falta gastar combustibles fósiles. No son tecnologías libres de emisiones de CO2. Dado que tenemos un presupuesto de carbono cada vez más reducido y un margen de tiempo cada vez más estrecho, ¿debemos destinarlo todo al desarrollo de renovables?
Uno de los mensajes más importantes del informe es que hay que invertir en todos los frentes al mismo tiempo. No podemos pensar que por gastarlo todo en desarrollar las energías renovables vamos a solucionar el problema. Hay que cambiar el sistema de transporte, el agrícola… Y todo asegurando que todo el mundo mantiene un nivel de vida digno. Ninguna acción va a resolver el problema por sí misma.
Algo de lo que se habla muy poco es de la conservación de la energía. Podemos reducir el consumo de forma importante solo mediante la reducción del desperdicio. Hablar de reducir el consumo no es tan sexy como hablar de renovables, pero es muy importante. Necesitamos mejores construcciones, edificios eficientes, mejor planificación de las ciudades…
Otro de los problemas de las energías limpias es que las tecnologías para su aprovechamiento no son renovables, necesitan minerales que son finitos. La transición ya está desatando problemas relacionados con los recursos, como ocurre por ejemplo en Chile con la minería de litio.
Es cierto, pero también lo es que ya existen alternativas para no depender de minerales escasos o cuya producción está en manos de un único país. En Chile, la minería de litio ha generado problemas ecológicos y problemas sociales. Por eso que hay que tenerlo todo en cuenta, no puede dejarse a nadie atrás solo para cumplir el objetivo de reducir emisiones a cualquier coste.
Como bien señala, las renovables no están libres de impactos sociales o medioambientales. ¿Cuál es el camino para una transición justa?
Debe ser justa por encima de todo. La política es importante. Los gobiernos tienen el poder de facilitar la implementación de las renovables. Pero también deben asegurar que se cumplen las reglas que protegen los derechos de la población. Hay países pequeños, como es el caso de Dinamarca, en los que ya es muy difícil encontrar lugares en los que construir nuevos parques eólicos, porque están cerca de viviendas o porque pueden causar daños medioambientales.
En ese caso, deben buscarse alternativas, pero las regulaciones siempre deben cumplirse. Además, otra cosa importante es hacer partícipes a los vecinos de los beneficios de las renovables. Si vives cerca de un aerogenerador, pero obtienes algo a cambio, lo verás con otros ojos. Hace falta voluntad política para que nadie se vea perjudicado. No es fácil, pero es necesario y es posible.
Las reservas de combustibles no son infinitas y el informe del IPCC pide que no se sigan extrayendo. ¿Seremos capaces de dejarlas bajo tierra o esperaremos hasta agotarlas por completo?
Como hemos hablado, la inercia del sistema político, económico y de los hábitos de la población es evidente. No solo necesitamos los combustibles fósiles para producir energía. Los necesitamos para multitud de productos y materiales, como los plásticos o las fibras sintéticas. Corregir esta inercia es difícil. Estamos empezando a avanzar en la dirección correcta, pero hay que acelerar el ritmo del cambio.
Creo que cambiar es posible. Puede parecer poca cosa, pero pensemos en el ejemplo de las bolsas. Hace 10 años, parecía imposible salir de un comercio sin una bolsa de plástico. Hoy, en muchos países, la mayoría de la población las reutiliza o las lleva de casa. No era tan importante que nos diesen bolsas en el supermercado, aunque nos pareciese que sí.
Es probable que sigamos usando combustibles fósiles durante un tiempo, pero tenemos que asegurarnos de que reducimos su consumo lo más rápido posible y así contener la subida de las temperaturas y el cambio climático.
Fuente: Climática