¿Un nuevo peligro para la tierra? El costo oculto de la basura espacial.

Explorar más allá de la Tierra ha develado paisajes ocultos para el ojo humano: hoy sabemos más tanto de la muerte como del nacimiento de una estrella. Sin embargo, mientras nos adentramos a los secretos del cosmos, la huella que dejamos en él va creciendo. Ahora, alrededor del planeta órbita un basurero. 

Desde el inicio de la era espacial en la década de 1950, hasta Blue Origin NS-31 — la misión más reciente tripulada únicamente por mujeres y en la que viajó Katy Perry— la basura en el espacio no ha hecho otra cosa que aumentar y con ello, los riesgos que implica su presencia.

Cuándo la basura se queda en el espacio
Los desechos espaciales son objetos creados por el ser humano que ya no funcionan y permanecen en órbita alrededor del planeta o regresan a la atmósfera. Pueden ser fragmentos de satélites, piezas de cohetes o cualquier otro material sobrante de misiones espaciales, como explica la Agencia Espacial Europea.

A finales de la década de 1960 —poco después de que iniciara la carrera espacial liderada por Estados Unidos y la Unión Soviética— Donald Kessler, científico de la NASA, planteó por primera vez la posibilidad de que las actividades humanas fuera de la Tierra podrían provocar una avalancha descontrolada de basura.

Alertó que los desechos podrían acumularse en la órbita terrestre y generar una masa crítica. Sin embargo, por ese entonces los científicos enfocaron su atención en las amenazas naturales, como las lluvias de meteoritos o las tormentas solares, por lo que dicha posibilidad se hizo a un lado.

Sin embargo, año tras año, el problema de los desechos espaciales fue aumentando. El derribo del satélite de órbita polar Fengyun FY-1C por un misil chino el 11 de enero de 2007 creó más de 2 mil nuevos elementos de desechos importantes. Posteriormente, el 10 de febrero de 2009, el satélite ruso Cosmos 2251 (un pedazo de chatarra metálica que orbitaba en desuso), colisionó con el satélite Iridium 33, que en ese momento seguía operativo.

Cada año cientos de objetos, entre ellos naves espaciales, cuerpos de cohetes y escombros, vuelven a entrar en la atmósfera terrestre | NASA
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Lo que pudiera parecer un simple encuentro entre satélites derivó en una tremenda colisión, ya que ambos viajaban a gran velocidad (tiene la capacidad de ir más rápido que una bala) lo que generó miles de nuevos desechos tras el choque.

De acuerdo con el Dr. Joseph N. Pelton, integrante de la Asociación Internacional para el Avance de la Seguridad Espacial en Países Bajos, quizá fue después de este evento que se empezó a comprender plenamente la verdadera magnitud del problema de los desechos espaciales, así como el gran riesgo que ahora representan para todas las actividades espaciales futuras, como explica en un artículo publicado en 2019.

Hoy en día, estos restos son más comunes que los meteoroides. Los estudios actuales sobre desechos espaciales realizados por la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras entidades han concluido que, en promedio, cada cinco a diez años, seguirán aumentando, incluso sin nuevos lanzamientos, esto debido a la gran probabilidad de nuevas colisiones.

Con el tiempo, su acumulación representa un peligro para futuras misiones, naves, satélites y el planeta.

Basura espacial en movimiento, según la NASA

¿La Tierra está en riesgo?
De acuerdo con la NASA, la órbita terrestre baja (LEO, por sus siglas en inglés) se ha convertido en un vertedero de chatarra espacial. Sin embargo, la basura no es lo único que navega en esta región: también se encuentran la Estación Espacial Internacional, la estación espacial china y satélites, muchos satélites.

Para 2014 había unos mil 400 operando, bastaron ocho años para que la cifra aumentara a más de 4 mil. Desde entonces, el número de estos artefactos sigue aumentando a un ritmo cada vez más rápido.

“La tendencia es exponencial. A finales de esta década es probable que veamos decenas de miles de satélites operativos en órbita baja, por no hablar de los miles y miles de otros objetos fabricados por el hombre, como propulsores de lanzamiento gastados, otras piezas de cohetes y satélites que ya no operan o que son inoperables una vez lanzados”, explica el Informe de Sostenibilidad Espacial de Inmarsat.
La Agencia Espacial Europea calcula que más de 60 años de actividad espacial han dejado 56 mil 450 objetos orbitando alrededor de la Tierra, menos de la mitad son rastreados regularmente. Puede que una de las principales preocupaciones al respecto es que uno de estos grandes pedazos de chatarra caiga desde el espacio.

Las investigaciones al respecto se han centrado principalmente en el reingreso de restos de cohetes espaciales. Aunque los expertos aseguran que la probabilidad de que esto ocurra es muy baja, no descartan que esto cambie con el tiempo.

Según un estudio guiado por la Universidad de Columbia Británica (UBC) y publicado por la revista Nature en 2022, hay entre un 6 % y un 10 % de posibilidades de que, en los próximos 10 años, al menos una persona resulte gravemente herida o muerta por estos restos espaciales que reingresan sin control a la Tierra.

Imagen se crea a partir de 250 fotografías individuales de desechos en órbita | Max Alexander/Steve Kelly/ESA
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Un segundo estudio enfocado en naves espaciales encontró que entre 2010 y 2022, casi mil piezas regresaron al planeta sin control. En total, esto representó unas mil 500 toneladas de material cayendo a la atmósfera, con un promedio de 116 toneladas al año.

La mayoría de estos objetos eran partes de cohetes (80 %), como explica el artículo realizado por Luciano Anselmo y Carmen Pardini, Investigadores del Laboratorio de Dinámica de Vuelos Espaciales, Instituto de Ciencias y Tecnologías de la Información (ISTI), Consejo Nacional de Investigación de Italia (CNR)

Pensando en la frecuencia, los especialistas concluyeron que cada 8 días, caía un objeto del peso de un hipopótamo (más de 500 kg), cada 2 semanas, uno de más de 2 mil kilos y tres veces al año, un objeto de más de 5 mil kg.

La mayoría de estos restos provenían de órbitas cercanas a la Tierra. Geográficamente, el 52 % cayó en el hemisferio norte, el resto en el sur, afectando más las zonas entre 30° y 60° de latitud norte. Sin embargo, en general, la caída de estos objetos estuvo bastante distribuida entre 60° sur y 60° norte, lo que significa que el riesgo para las personas depende más de la densidad de población en cada área.

En general se calcula que hay una probabilidad de 1 entre 10 mil de que un objeto cause heridas o muertes cuando vuelve a la Tierra. El mayor riesgo se da durante las etapas de despegue y ascenso de los cohetes y naves espaciales.

EL DATO Más allá del tamaño.
La basura espacial, incluso en fragmentos pequeños, puede ser peligrosa debido a la alta velocidad a la que se mueve. Un objeto de pocas dimensiones puede causar daños significativos a satélites y naves espaciales.
En el período de 2010 a 2022, la posibilidad de que al menos una persona resultara herida o muerta debido a restos espaciales que ingresaron sin control fue del 18%. Lo interesante fue cómo evolucionó dicho riesgo: entre 2010 y 2018, se mantuvo relativamente estable. Sin embargo, a partir de ese año, comenzó a aumentar de manera constante. Para 2022 la probabilidad fue de 2.9 %.

“Afortunadamente, los fragmentos de objetos espaciales en descomposición no han causado víctimas hasta la fecha, y el riesgo individual por reentradas no controladas sigue siendo relativamente bajo. Sin embargo, se observó un aumento significativo del riesgo global desde 2018 y podría seguir creciendo en los próximos años debido a la importante evolución de las actividades espaciales. En cualquier caso, ya no se puede ignorar”, concluyeron los autores, quienes además de considerar el número de misiones, tomaron en cuenta la expansión demográfica en el planeta.
Más allá de un probable impacto, existen otras afecciones futuras que pasan inadvertidas: de acuerdo con la investigación de Inmarsat muchos de los cohetes propulsores que ponen satélites en órbita, así como un gran número de satélites que deben quemarse en la atmósfera al final de su vida operativa, están “preparando el terreno para una crisis medioambiental en el espacio que, irónicamente, podría agravar aún más el desafío climático en la Tierra”.

Los autores alertan que cada vez hay más pruebas de que la basura espacial de origen humano y a las órbitas abarrotadas, puede influir en en las condiciones climáticas del planeta.

Los humanos también están creando megaconstelaciones: grandes grupos de satélites que trabajan juntos para proporcionar servicios como internet, comunicaciones y defensa. En lugar de usar aquello de grandes dimensiones, empresas y gobiernos han optado por desplegar miles de talla pequeña para mejorar la conectividad.

Sin embargo, aunque esto ha traído beneficios, también ha congestionado la zona. Si el número de restos espaciales sigue aumentando, LEO podría convertirse en un campo minado, poniendo en peligro el acceso al espacio profundo y a otras órbitas.

Además, con una colisión pueden venir más: generan más desechos y aumenta el riesgo de impactos en el futuro. Se cree que este proceso, llamado síndrome de Kessler, puede desencadenar una cascada de choques, donde los fragmentos generados provocan otros, haciendo que las operaciones sean cada vez más peligrosas e incluso inviables en el futuro.

Sin un plan a seguir, el problema podría volverse irreversible y afectar no solo misiones sino también a los satélites que hoy se utilizan para comunicaciones, navegación, clima y exploración espacial, por lo que este riesgo no solo impacta a las agencias espaciales, sino también a la vida cotidiana en la Tierra.

Mientras tanto, empresas privadas como Starlink (de SpaceX), OneWeb, Telesat y el Proyecto Kuiper de Amazon han desplegado o están planeando lanzar miles de satélites para internet global.

Estados Unidos se encuentra desarrollando la Arquitectura Espacial de Defensa Nacional , un sistema con cientos de satélites para seguridad. China planea lanzar 13 mil satélites más, mientras que Corea del Sur, Rusia y la Unión Europea están considerando proyectos similares.

Por ahora, y como resalta el informe de Inmarsat, no hay reglas claras ni mecanismos obligatorios para que los operadores se comuniquen entre sí en caso de crisis. Si dos satélites están en riesgo de chocar, actualmente no hay un protocolo global para coordinar una acción y evitar el impacto. Esto, sin contar los efectos de las misiones planeadas para viajar al espacio. Hoy, encontrar chatarra espacial en el patio parece improbable… pero en el futuro, ¿quién puede estar seguro?

Fuente: Millenio