El uso de IA habría disparado las emisiones de CO₂ un 150%: Alerta ONU.

En un contexto global donde la urgencia climática exige una transición energética justa y sostenible, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) ha sumado una nueva variable de preocupación: su huella ambiental. De acuerdo con un reciente informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), agencia de la ONU, las emisiones CO₂ de la IA han aumentado de forma alarmante en los últimos años.

Un artículo de Forbes publicó que este fenómeno está estrechamente vinculado al acelerado crecimiento de los centros de datos que sostienen los desarrollos de IA. El informe muestra que, entre 2020 y 2023, las emisiones indirectas de carbono de gigantes tecnológicos como Amazon, Microsoft, Alphabet y Meta crecieron un 150% en promedio, como resultado del aumento en el consumo energético.

¿Qué entendemos por emisiones indirectas?

Las emisiones indirectas, también conocidas como emisiones de Alcance 2, provienen de la energía comprada por una empresa: electricidad, calefacción, refrigeración y vapor. En el caso de la IA, estos insumos energéticos se destinan principalmente al funcionamiento de los centros de datos, cuya demanda energética es particularmente alta.

Este tipo de emisiones no siempre son tan visibles como las directas, pero representan un porcentaje significativo del impacto ambiental corporativo. Las emisiones CO₂ de la IA están poniendo en evidencia los vacíos que aún existen en las estrategias de mitigación ambiental de las grandes tecnológicas.

La necesidad de ampliar y modernizar las métricas de reporte y trazabilidad se vuelve fundamental. Evaluar únicamente las emisiones operativas ya no es suficiente cuando la transición digital tiene implicaciones tan profundas en la infraestructura energética global.

Las cifras detrás del crecimiento de la IA

Amazon encabeza la lista con un incremento del 182% en sus emisiones de carbono operativas desde 2020, seguida de Microsoft (155%), Meta (145%) y Alphabet (13%). Si bien la diferencia entre compañías es significativa, todas reflejan la misma tendencia: el desarrollo de IA exige más energía de la que las estrategias actuales de sostenibilidad pueden compensar.

Según la UIT, las emisiones asociadas con los sistemas de IA más intensivos podrían superar las 100 millones de toneladas de CO₂ al año, una cifra comparable a las emisiones anuales de países enteros. Esta escalada preocupa a expertos en responsabilidad social y ambiental que exigen regulaciones más estrictas.

Este panorama plantea un desafío urgente: alinear el avance tecnológico con los compromisos climáticos internacionales. Las emisiones CO₂ de la IA podrían convertirse en un obstáculo para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París si no se actúa con rapidez.

¿Puede la industria digital autoregularse?

El informe de la ONU también indica que, aunque muchas empresas digitales han adoptado objetivos de reducción de emisiones, estas metas aún no se traducen en reducciones tangibles. Hay un desfase entre el discurso corporativo y la realidad de sus operaciones energéticas.

Meta, por ejemplo, ha reportado avances en eficiencia energética en sus centros de datos, pero la escala del problema parece sobrepasar los esfuerzos actuales. La emisiones CO₂ de la IA reflejan una falta de adaptación estructural frente al cambio climático.

La autorregulación, sin mecanismos independientes de verificación, puede ser insuficiente en sectores donde el crecimiento exponencial supera los controles internos. Por ello, la colaboración multilateral, el involucramiento de gobiernos y el monitoreo ciudadano son clave.

Riesgos para la infraestructura energética

El desarrollo de la IA requiere una infraestructura eléctrica robusta y, sobre todo, resiliente. El informe advierte que la demanda energética de los centros de datos está creciendo cuatro veces más rápido que el consumo eléctrico promedio, lo cual podría tensionar aún más los sistemas de generación y distribución.

En países donde la transición energética apenas comienza, este crecimiento desmedido podría generar efectos colaterales como apagones, aumento de costos y retrasos en la adopción de energías limpias. Las emisiones CO₂ de la IA no son un fenómeno aislado, sino parte de una cadena de impacto más amplia.

Para evitar estos riesgos, es urgente que las políticas de innovación tecnológica se alineen con las estrategias de sostenibilidad energética. Desarrollar IA con bajo impacto ambiental debe ser una prioridad, no una opción.

Una mirada desde la responsabilidad social empresarial

La IA no debe verse solo como una herramienta de innovación, sino también como una responsabilidad. Las empresas que la desarrollan tienen un rol ético que va más allá de la eficiencia operativa. Incorporar criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en el diseño y aplicación de estas tecnologías es hoy más importante que nunca.

La emisiones CO₂ de la IA son un claro recordatorio de que cada avance tecnológico implica consecuencias sistémicas. El reto es asegurar que la transformación digital no reproduzca los errores del pasado en materia ambiental.

La transparencia, la rendición de cuentas y la inversión en energía limpia deben acompañar todo proceso de desarrollo de IA. Solo así será posible garantizar que esta tecnología beneficie a la sociedad sin comprometer al planeta.

Las cifras reveladas por la ONU son una advertencia clara: el crecimiento acelerado de la IA está comprometiendo seriamente los esfuerzos globales por reducir las emisiones de carbono. Las emisiones CO₂ de la IA no son un efecto colateral menor, sino una tendencia que exige atención inmediata por parte de gobiernos, empresas y sociedad civil.

El futuro de la inteligencia artificial debe construirse sobre bases sostenibles, donde la innovación esté al servicio del bienestar colectivo y la protección ambiental. Apostar por una IA responsable no solo es viable, es indispensable.

Fuente: Expok comunicación de Sustentabilidad y RSE.